PATRIOTERISMO
por Kevin Harrington-Shelton
Durante la primera semana de noviembre, demasiados medios de comunicación compiten para anegarnos con patrioterismo –en vez de forjar Patria.
Fuera de banalidades que contrastan las más abundantes decoraciones de Halloween con los preparativos patrios propiamente dichos (y luego rasgarán vestiduras con la clásica muletilla de criticar banderas mal colocadas, que compite con su tradicional relleno sobre el aumento de precios durante Semana Santa). Pocos cultivan el conocimiento de nuestra realidad, para que la juventud analice qué tenemos hoy y qué les esperará a ellos mañana –a la hora de pagar los platos rotos. Ese catalizador periodístico sería su contraprestación por una libertad de expresión que presupone de un debate informado –en un ambiente donde históricamente el tráfico de influencias es atávico.
En 1903 nuestro (olvidado) héroe-nacional Phillippe Bunau Varilla logró convencer a Washington que, apoyando la secesión de tan solo la franja canalera –la que había sido su intención– no se garantizaría la tranquilidad requerida para culminar su proyecto canalero. Porque era claramente previsible una revancha colombiana en el Interior. Resurgimos así como una democracia oligárquica (donde aún hay fueros, privilegios y justicia selectiva), con los mismos linderos concedidos en 1537 por Real Cédula española a Colombia.
Hoy esta posición geográfica sigue siendo codiciada, según el siguiente vistazo al estado de nuestro derecho que nuestros periodistas simplemente prefieren no ver.
Una vez revertida la Zona del Canal norteamericana (hoy multinacional), cedimos por pedacitos algunas otras soberanías. Ejemplo(s): Washington retiene el control-efectivo sobre “nuestras” instituciones: SENAN, SENAFRONT, Punta Coco, relaciones internacionales, aduanas, migración, Concejo de Seguridad y pinchazos telefónicos via la fibra óptica que toca nuestras riberas — además del espacio político de designar al Director-General de una Policía Nacional (que su Hydra de muchas cabezas considera “un ejército en todo salvo en nombre” –vea también http://historicaltextarchive.com/sections.php?action=read&artid=234). Entre tales concesiones intangibles hay banqueros y comerciantes para todos los efectos impunes ante la ley: los culpables apelan las multas impuestas por no reportar sus transacciones PEP a la UAF y quien sea el agente local de la alemana SAP (confesa de sobornos a funcionarios panameños para vender sistemas de computación) siguen todos invisibilizados por la falta de seguimiento por medios distraídos en linchar a todo opositor del régimen de turno en base a información-privilegiada. También ampara a los dos grupos bancarios colombianos que actualmente ejercen control sobre casi la mitad de los activos del Centro Bancario y que echan kerosene al fuego de nuestras relaciones con Colombia. Así como a los tenedores extranjeros de derechos de autor que cabildearon draconianos castigos que empeoran el hacinamiento de nuestras cárceles con reincidentes en el pirateo de CDs –y que periódicamente financian la persecución local por ese “crimen”.
Pero la cesión física más visible –después del “estado dentro de otro estado”– es “Panamá-Pacífico”, antigua base aérea norteamericana hoy concesionada a uno de los hombres más ricos de Colombia (embozalado como “empresa británica”). La Zona Libre de Colón –una idea cuyo tiempo pasó– en su pataleo de ahogado pide ahora una equiparación tributaria con este complejo multi-modal en Howard — con quien materialmente no podría competir. Porque, contrario al panorama mundial cuando se ideó la ZLC (1946), el comercio entrepot ya no es marítimo, sino aéreo y cibernético. Howard se concibió en la revolución logística y robótica –no en términos de puestos de trabajo como en Colón– sino en ganancias generadas con más inversión y menos mano de obra. En los dividendos del conocimiento, más que en la posición geográfica en sí.
En su orden sigueuna red de puertos (pacíficos y atlánticos, con ferrocarril interpuesto) heredados de ún tío rico –y entregados a otros también extranjeros. Apuntalados todos por contratos virtualmente inexpugnables (tipo servicios públicos, electricidad, celulares, televisión, cable, Odebrecht) que les otorgan derechos “como si fueran soberanos” y que son justiciables internacionalmente (Van Dam, terminal de buses en Colón). Además hay 70-buff otras concesiones territoriales, so pretexto de áreas de transformación, centros de logística, recintos aduaneros y petroleros, y el resto del pasto de tráfico de influencias para abogados.
El aeropuerto internacional Tocúmen es una variante de este tráfico de influencias que aprovecha nuestro dividendo-geográfico, sin priorizar el bien común. Hasta un ciego ve como se invierten fondos públicos panameños para el beneficio a una línea aérea “nacional” y que hoy favorecen mayormente a accionistas extranjeros; en vez de haberse abierto la expansión de su base accionaria a inversionistas locales, COPA favoreció a la Bolsa de Nueva York para compartir su concesión tan privilegiada. Ello sin que se conozca de estudio de costo/beneficio alguno, que justifique sacrificar necesidades mucho más apremiantes, aquí en el istmo.
Ausente ante este panorama está aquel debate cívico, suficientemente informado, que es clave para predecir cuáles países pequeños serán exitosos, y cuáles no.
Porque, igual que su antecesor Ricardo Martinelli, el presidente Juan Carlos Varela teme decirnos (toda) la Verdad, por carecer ambos de la capacidad de convencer sin una propaganda masiva. Varela en particular opta por la política de avestruz, rehusando responder preguntas sobre los problemas nacionales. Tampoco toca los que le obliga la Ley, como la Ampliación. Y por demás ha sido consistente en su intolerancia a ideas contrarias a las suyas, problema que mejor manejaba Martinelli. Ejemplo(s): No tuvo para con las opiniones del intelectual Julio Yao en el Cementerio Amador (2 de noviembre 2009) el mismo respeto que ahora exige en casi todo encuentro con el pueblo llano. Y, apenas calentada la silla presidencial en 2014, se clausuró el programa del Dr. Miguel Antonio Bernal –quien sí ha sido consecuente con la Constitución– al que otorgó (al menos) con su silencio. Tampoco se escapó de esta táctica de retirar estratégicamente de la escena otro polifacético e influyente periodista independiente, don Julio Miller. Ambos caracterizados por críticas firmes, pero respetuosas y fácticas. Más recientemente llevó a la hoguera de su peculiar auto-da-fe a su copartidario HD Juan Moya, simplemente por intentar definir qué es el periodismo ético –llegando inclusive al pecado de intervenir él en otro Órgano del Estado, para que ni se tocara el tema. Pese a que “democracia es debate”.
Y la corrupción comienza a levantar su cabeza, en nuestra región fronteriza de Paso Canoa…
Resulta fácil entender las chambonadas del gobierno Panameñista actual en términos de politiquería criolla. El pasado 3 de noviembre, al mandatario se le ocurrió abanderar a su chef de la Presidencia –sin duda un ciudadano sin mácula– para luego aparecer nuestro Señor Presidente pasando revista al desfile, con unas cuantos kilos de más… ¡Perfecta imagen visual, de una Presidencia imperial! Este año los desfiles patrios pasarán frente al Palacio de las Tortugas más tarde de lo tradicional, porque nuestro Luis XIV duerme hasta medio día.