Efecto-demostrativo
por Kevin Harrington-Shelton
Cuando finalmente se pueda escribir la (verdadera) historia de Panamá, habrá de hacerse en términos de oportunidades perdidas — porque no sabemos aprovecharlas.
No siempre fue así. En medio del espíritu de desarrollo sostenible que orientó durante los 1960 don Roberto F. Chiari –“el Presidente de la Dignidad”– sí hubo un héroe anónimo que tuvo una visión de irrigar los Llanos de Coclé y aprovechar la mecanización de la agricultura que para entonces incursionaba en Centroamérica.
Don Roberto Healy Quelquejeu inspiró un Plan de Desarrollo Regional, para recabar aguas en la serranía tras El Copé e irrigar –por gravedad– el área que hoy ocupan equipos que generarán electricidad cosechando el viento. La idea progresó, hasta el punto de atraer la cooperación del Reino Unido en sus detalles técnicos.
Pero sobrevino el golpe de estado del 11 de octubre.
Aquellos militares desleales tanto al estado de derecho como a la voluntad popular expresada en las urnas de 1968, pronto se vieron tan faltos de apoyo (fuera de Washington…), que sucumbieron a los consejos interesados de una izquierda pancista. Y las partidas presupuestarias destinadas a dicho Plan fueron desviadas, hacia el establecimiento de asentamientos campesinos –por razones netamente ideológicas– los que no contaron con la asesoría técnica requerida para su desarrollo sostenible. Como resultado, se malbarataron sus propios proyectos comunitarios, se comieron el capital estatal, y poco después tuvieron que ser abandonados por ese mismo gobierno militar.
Tan sólo se podría especular sobre el efecto-demostrativo que habría tenido ese Plan sobre el resto del agro panameño.
Porque, así como hoy sucede hasta en los barrios menos-privilegiados cuando ún primer vecino instala la primera antena de televisión satelital, al rato estas brotan cual hongos en las demás casas, los viajeros que vieran funcionando dicho sistema de irrigación lo habrían replicado (en la medida de su peculio) en sus propias fincas en otras provincias. Desencadenando ese indomable espíritu emprendedor de nuestros campesinos, el Interior no presentaría un panorama tan desolador.