Papeles robados en Panamá
por Kevin Harrington-Shelton
Como sería de esperar, la riposta del gobierno al primer aniversario de estos NO ha sido para educar a la población sobre la complejidad del problema. ¡Que es mucho más que un nombre!
Ni de su solución: nivelar el campo de competencia entre los centros offshore.
Por lo contrario, repitió el idéntico enfoque de hace un año: un trasnochado chauvinismo, que objeta sólo a que a la información robada aquí lleva el nombre de nuestro país.
Pero el tiempo pareciera haberse detenido solamente para las avestruces de Palacio. Porque en el interim èsta bola de nieve sigue creciendo en el resto del mundo. Aunque el Presidente Varela reitere que “yá se acabó”.
¡En Narnia, será!
Uno de los elementos de la historia-oficial la repitió hoy nuestro Vicecanciller: “El 80% de esas compañías no eran siquiera panameñas”.
Eso podría ser cierto, pero NO es la esencia del problema. A las que sí lo son, se les tolera de todo –dependiendo de quién sea su agente residente. EL problema es la impunidad imperante una sociedad esencialmente tribal.
Y los medios panameños son parte del problema, no de su solución. Especialmente el diario de referencia La Prensa, quien manipula la información disponible sobre el problema.
Ejemplo. Ni su afiliada Transparencia Internacional ha divulgado aquí, que su capítulo en Londres completó un estudio que sí llega al meollo del problema fuera de Panamá.
El mercado inmobiliario de Londres es uno de los caletos preferidos por kleptócratas del mundo (irónicamente, por su seguridad jurídica…..).
De 45 mil propiedades adquiridas allá por sociedades offshore, utilizando datos de “los papeles robados en Panamá”, se pudo ubicar (por ahora…) fincas pertenecientes a 986 “personas políticamente expuestas” (PEPs) –que aparecen en el directorio Thomson Reuters– con un valor de $1,500 millones.
El 50% de esas sociedades propietarias eran panameñas; sólo un 25% originaban en las Islas Vírgenes Británicas.
Ciertamente no TODAS estas serían (necesariamente) clientes de Mossack & Fonseca, sus franquiciados, similares y afines. Y varios sin duda lo serían, via bancos re-vendedores en la propia City. Pero el denominador común es el casi-intractable “secreto de oficina” que subyace el derecho corporativo panameño.
Lo cual dificulta el cobro de impuestos a otros países. El Parlamento inglés descubrió entre los documentos robados, que 3 mil sociedades “organizadas por Mossack Fonseca” poseían 6 mil inmuebles en el Reino Unido –valoradas en al menos $100 mil millones.
Ayer, en la Cámara de los Lores, el obispo de Peterborough destiló otra perspectiva moral. Las Naciones Unidas estima en $100 mil millones ANUALES, el costo a los países del Tercer Mundo de tales kleptócratas –tres veces el monto global de asistencia para su desarrollo. ¿Quién dijo “lavado”?
Esta corrupción es un cuchillo de doble-filo, que afecta a diario al propio Tesoro panameño, en la triangulación internacional.
Y de otras formas. Se desconoce si la residencia hacia donde mudó (innecesariamente…) la embajada de Panamá en Londres el gobierno Varela, estuviera arrendada de una offshore. Ni quién es el verdadero propietario de este inmueble contratado con fondos públicos.
Pero sería de suponer que, la Canciller sí “conoce a tu cliente”… lo cual es el meollo del problema.
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