El show de los debates presidenciales
por Olmedo Beluche
Las elecciones generales panameñas de 2024 se están desenvolviendo en un escenario cada vez más controlado por dos agentes sociales: el Tribunal Electoral y los medios de comunicación televisivos. Aunque a muchas personas les parezca lo contrario, la realidad es que esta situación está produciendo una campaña electoral cada vez más acartonada, controlada y antidemocrática.
Que un debate presidencial tenga mucho “rating” no significa que sea más democrático. Que un público escogido y controlado por ciertos “criterios” aparentemente impersonales o periodistas de diversas cadenas formulen preguntas “escogidas” a los candidatos, no significa que estemos ante un evento democrático. Que se controle estrictamente el acceso de las personas a los debates nos habla de que se ha privilegiado “la seguridad” (¿Para quién?) pero no la democracia.
Alguien ha dicho alguna vez: “la política es el reino de las apariencias”. Como vivimos bajo un sistema capitalista que convierte todo en mercancía, se trata de convertir a los propios candidatos en un producto que se vende en el “mercado electoral”. A ese objetivo ayudan los “debates electorales” convertidos en show televisivo. Se trata de que la gente compre a su candidato por su apariencia: su porte escénico, su léxico bonito, su capacidad de prometer cualquier mentira con una sonrisa en los labios.
Es bien evidente que en un minuto es imposible explicar un plan de gobierno, menos un proyecto de transformaciones. En un minuto, un montón de tiempo televisivo, no se puede decir nada serio, salvo alguna frase hueca que suene melosa a los oídos de los y las electores. En un minuto apenas se puede balbucear una respuesta a las preguntas impuestas por los dueños de los medios de comunicación a través de sus empleados, perdón periodistas.
La televisión parece acercar, pero en realidad aleja a los candidatos/as de sus electores. Sustituye el contacto directo y los eventos en que con tiempo suficiente se explican las propuestas y planes de gobierno. La televisión impide que la comunidad vea, toque y huela en directo a los postulados/as, y que les escuche personalmente, así sea para que prometan el puente para el pueblo que no tiene río.
Ante esta manipulación publicitaria, el pueblo pensante debe escoger no comprando la mercancía que vende la televisión, no a quien hable “bonito”, “vista bien”, parezca “culto”. No, no caigamos en la trampa del marketing electorero.
Los criterios para elegir son simples pero sólidos: empiezan por preguntarse quién es el candidato o candidata. ¿De dónde viene? ¿Qué ha hecho en el pasado? ¿Formó parte de qué gobierno? ¿Para quién trabaja? ¿Quiénes son sus asesores? ¿Su plan de gobierno beneficia a qué sectores sociales, a qué clases, propone algo distinto, o es más de lo mismo?
Si usted ya pasó por la experiencia de los gobiernos de los últimos 33 años debe saber que los partidos tradicionales y sus candidatos son más de lo mismo. Y que en esta elección solo hay una nómina que, no solo no ha gobernado, sino que ha luchado desde el campo popular contra las medidas injustas y corruptas de esos gobiernos, y que tiene un plan de gobierno diferente: la nómina presidencial Maribel Gordón y Richard Morales y su Plan para la Vida Digna.
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